El gigante asiático y la logística mexicana: Un vínculo en transformación

En los últimos años, la relación entre China y México ha trascendido el simple intercambio comercial, convirtiéndose en un motor clave para la transformación logística de nuestro país. Como Control Terrestre, hemos observado de cerca cómo esta dinámica, aunque asimétrica, impulsa cambios significativos y presenta desafíos que requieren una profesionalización constante.
China se ha consolidado como el segundo socio comercial de México, con un crecimiento anual compuesto del 10% entre 2019 y 2024. Sin embargo, esta relación se caracteriza por una profunda asimetría: México importa considerablemente más de lo que exporta. En 2024, las importaciones chinas alcanzaron los 129 mil 795 millones de dólares (mdd), frente a exportaciones de apenas nueve mil 937 mdd. Este desequilibrio genera un déficit comercial persistente y tiene múltiples implicaciones para nuestra cadena de suministro.
Una de las principales consecuencias es la vulnerabilidad ante disrupciones logísticas y tensiones geopolíticas. La dependencia de productos clave como electrónicos, maquinaria e insumos provenientes de China expone a las empresas mexicanas a riesgos. El Pulsómetro Logístico 2025, un estudio relevante en el sector, revela que el 85% de las grandes empresas mexicanas importan insumos de Asia, lo que subraya esta dependencia.
Además, la saturación de puertos y aduanas mexicanas, como Lázaro Cárdenas y Manzanillo, es un efecto directo del alto volumen de mercancía china. Esto se traduce en cuellos de botella, mayores tiempos de espera y un incremento en los costos logísticos, tanto de almacenamiento como de transporte. La situación se agrava por el flujo de contenedores vacíos que regresan a China, elevando aún más los costos y reduciendo la eficiencia del sistema.
El fenómeno del nearshoring añade otra capa de complejidad. La llegada de nuevas plantas de producción a México, incluyendo muchas de origen chino, ha disparado la demanda de servicios logísticos internos y hacia Estados Unidos. Esta presión, combinada con una infraestructura nacional que el Pulsómetro Logístico 2025 califica de "apenas regular", evidencia la limitada capacidad para absorber el creciente volumen de mercancías.
Ante este panorama, México ha respondido con una aceleración en la inversión en infraestructura logística. En 2024, el gobierno destinó 227 mil millones de pesos (mdp) a la modernización de más de ocho mil kilómetros de carreteras federales. Proyectos estratégicos como el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec buscan posicionar a México como una alternativa al Canal de Panamá, conectando los océanos Atlántico y Pacífico mediante trenes de carga y puertos modernizados.
En Control Terrestre, entendemos que China ha sido un actor determinante en la reconfiguración de la logística mexicana. Ha impulsado el crecimiento comercial, atraído inversiones industriales y puesto a prueba nuestra infraestructura. Pero, al mismo tiempo, nos ha obligado a fortalecer nuestras capacidades aduanales, revisar nuestra política comercial y adaptarnos a un nuevo equilibrio geoeconómico. Los próximos años serán cruciales para consolidar esta transformación y capitalizar la oportunidad histórica de posicionar a México como un hub de manufactura y distribución líder en el continente.
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